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José María González de Mendoza
Los Hai-jines mexicanos

www.biblioweb.dgsca.unam.mx/tablada/ensayos/haijine.html

De los artistas que en México se orientan hacia el sol de l’esprit-nouveau, José Juan Tablada es el animador. Su corazón es isócrono con el corazón universal, y mediante la varita de los zahoríes ha encontrado las grandes corrientes sub-espirituales de la inquietud mundial. Por ello, a pesar de sus cincuenta años, es el primero de los poetas jóvenes. Su poesía tiene sangre azul, lo rojo queda en su tacón. No dramatiza la vida, intuye, sí, el dolor que gotea de cada minuto pero sabe la inutilidad de la queja y no impone a los demás su sollozo, es más bien una melancolía que corre internamente, disimulada bajo un terciopelo de ironía, el desencanto de unos ojos, de unas manos, de unos labios que quisiera verlo todo, asirlo todo, gustarlo todo. En su dístico célebre:

Mujeres que pasáis por la Quinta Avenida
Tan cerca de mis ojos, Tan lejos de mi vida...

está la clave de su espíritu: el aliento de captación integral. En su anhelo caben todas las mujeres de la Quinta Avenida y en su lírica todo lo creado -el mundo entre los dedos, como un Niño Jesús, y en la mirada del infinito, sea electrón, o sea estrella-. y su deseo de universalización le lleva, lógicamente a la síntesis:

Todo un drama cabe en un grito,

dice. Eso explica por qué, hombre de nuestro minuto y de nuestro siglo, prefiere renovarse a fosilizarse como otros poetas, sus coetáneos, que siguen repitiendo su antigua canción con tenacidad de anuncio eléctrico y ha traído a la lírica mexicana una forma de expresión novísima -que equivale a: viejísima -el hai-kai japonés, o sea: la totalización mínima.
 

Como se sabe, el hai-kai es un poemita hábil e ingenioso, de diez y siete sílabas distribuidas en tres versos, de los cuales el segundo es eptasílabo, y pentasílabos los otros dos. Su característica es ser sugerente: entre lo que dice y lo que quiere decir hay un vacío que salva la comprensión del lector; ese es su mérito y su encanto. Otros son simplemente estampitas rápidas, de síntesis objetiva. El hai-kai mexicano se acerca a estos últimos, su dibujo preciso desdeña las piruetas ágiles. La unanimidad de los poetas mexicanos en desechar o, cuando más, apenas marcar esa efímera sorpresa que el poeta japonés prepara al lector, es significativa: demuestra que sus hai-kais no son una imitación de los japoneses -aunque “imitar la Ilíada no es imitar a Homero”, según advierte Wordsworth-, sino, en cierto modo, una adaptación. Esto se nota, además, en la licencia de su métrica, raras veces ajustada a la difícil y poco armoniosa medida clásica. Modificaciones de menor importancia son: el título, que los japoneses no emplean y la rima, que no conocen y dentro de la cual los hai-jines mexicanos encuentran la ilimitada riqueza de los asonantes.

Ya en 1914, en Hiroshigué, monografía sobre el pintor de la nieve y de la lluvia, de la noche y de la luna, José Juan Tablada tradujo un hai-kai de Bashó y dijo que, originales, esos poemitas poseen una admirable concisión impresionista, y vertidos parecen coherentes. esa incoherencia puede haberle determinado a transplantar el hai-kai al castellano creando sustancialmente una poesía occidental en una forma japonesa. Para significar esto y a la vez para evitar el empleo del japonismo hai-kai al castellano creando sustancialmente una poesía occidental en una forma japonesa. Para significar esto y a la vez para evitar el empleo del japonismo hai-kai ortografiado a la inglesa por no haber en nuestro idioma signo que exprese la hache aspirada-, llamo “poemas sintéticos” a su primera obra de esa índole, Un día... (Caracas, 1919). ¿Hubieran entendido los lectores que eran sus poemas si los hubiera bautizado hai-kais? Probablemente, no. Se limitó pues, a señalar el camino, levantando como un toril -pórtico japonés-, a la entrada de su libro, los nombres amados del poeta Bashó y de la poetisa Shiyó. Como era de esperarse, la crítica oficial, que baraja desde hace años los mismos clisés, no advirtió la insinuación, y Tablada hubo de hablar claramente en el bello prólogo de El jarro de flores (Nueva York, 1921), su segundo libro de “disociaciones líricas”.

En julio de 1922 un estudio de vulgarización sobre el hai-kai japonés en la Pictorial Review de Nueva York, edición española, contando cómo tuvo conocimiento de esa forma poética en el curso de su viaje al lejano imperio, en los comienzos de este siglo. Intercaló allí algunas bellas traducciones de los modelos que citan los eruditos japonistas Chamberlain, Aston y Revon. En fin, en el prólogo del Itinerario contemplativo, de Francisco Monterde García-Icazbalceta, fechado en febrero de 1923, encerró toda la estética del hai-kai mexicano con elegancia perfecta. Actualmente, en Nueva York, su residencia habitual, José Juan Tablada traduce del japonés un centenar de hai-kais, las obras maestras del género.

Los títulos de sus dos libros de hai-kais sintetizan su contenido: el primero reúne las impresiones que, a lo largo de un día como todos los días, le han brindado la mañana juvenil, la tarde langorosa, la pirotecnia del crepúsculo, la noche con que el ruiseñor y la estrella, en el segundo, el mar y el campo, mínimos dramas y

...del animal
y la flor las almas hermanas,

juntan sus diversos matices emocionales, con policromía que semeja la de un jarro lleno de flores.

He aquí varios “poemas sintéticos de Un día...:
 

 El bambú

Cohete de larga vara,
el bambú apenas sube se doblega

en lluvia de menudas esmeraldas.

 

 El pavo real

Pavo real, largo fulgor,
por el gallinero demócrata

pasas como una procesión.

 

 Las hormigas

Breve cortejo nupcial,
las hormigas arrastran

pétalos de azahar.

 

 La garza

Clavada en la saeta
de su pico y sus patas

la garza vuela.

 

 “Caballo del diablo”

Caballo del diablo:
clavo de vidrio

con alas de talco.

 

 El ruiseñor

Bajo el celeste pavor
delira por la única estrella

el cántico del ruiseñor.

 

 De El jarro de flores, estas “disociaciones líricas”:
 
 

 Peces voladores

Al golpe del oro solar
Estalla en astillas el vidrio del mar.

 Drama mínimo

Busco en vano en la carta
de adiós irremediable

la huella de una lágrima.

 

 Identidad

Lágrimas que vertía
la prostituta negra

Blancas... Como las mías

 

 Las naranjas

Dale a mi sed
dos áureas copas

llenas de miel.

 

 Heroísmo

Triunfaste, perrillo fiel.
a tu ladrido

huye vencido el tren.

 

 Kindergarten

En su jaula un pájaro canto:
-¿Por qué los niños están libres

y nosotros no?...

 

Seis hai-jines o poetas del hai-kai constituyen hasta ahora esa escuela mexicana de poesía, además de tablada, si basta para integrarla el haber escrito poemas sintéticos más o menos inspirados en la forma original. la última estrofa del ya citado prólogo al Itinerario contemplativo los enumera, con excepción de José D. Frías, cuya obra es posterior a la fecha de ese poema. dice Tablada:

Saludemos, y yo el primero,
Con lozano y Rubén Romero,

De Mendoza y Gutiérrez Cruz,

al nuevo hai-jin y poeta

Monterde García-Icazbalceta

que regresa de Veracruz.

Por orden de antigüedad, el primero -después de Tablada- es Carlos Gutiérrez Cruz, de quien Agustín Basave, crítico sagaz, publicó en 1919 algunos hai kais en el Informador, diario de Guadalajara (México), entre ellos uno perfecto: El alacrán, escritos a raíz de aparecer, en Revista de Revistas, semanario ilustrado de México, una selección de Un día... Al principiar 1920, Gutiérrez Cruz envió a Tablada un Bestiario de cincuenta y seis hai-kais muy desiguales. Hasta 1923 no escribió más. En ese año publicó un folleto de propaganda libertaria, en hai-kais, titulado Cómo piensa la plebe.
 

Instintivamente, que es como casi siempre se realiza el milagro del arte, logró algunos aciertos. Los hizo sin ver el hai-kai más que lo formal, porque es evidente, pero no lo esencial. los suyos son concretos como definiciones, atinados en expresión objetiva tal cual vez, pero recargados los más de palabras inútiles, consecuencia de su romántica y perjudicial facilidad para versificar. He aquí varios:

 
 

 El alacrán

Sale de un rincón
en medio de un paréntesis

y de una interrogación.

 

 La bandera

Bulliciosa y bélica
guardiana de la azotea.

 

 Los ratones

Los ratones detrás de la mampara,
escriben a máquina.

 El pelícano

cafetera de porcelana
que va flotando por el agua.

 Hai-Kai comunista

La tierra es para los seres que ha creado,
igualmente para todos,

Sin Casa Blanca ni Imperio Británico.

Le sigue cronológicamente, Rafael Lozano, cuyo libro Hai-kais fue publicado en París en 1921. De todos los hai-jines mexicanos es el único que no ha sido más o menos influido por Tablada. A cada artista -es sabido- le impresiona determinado aspecto del mundo; los más grandes son los que escapan al particularismo y hacen arte universal al hacer arte nacional. Al Lozano de los Hai-kais lo fecundó Francia y bastará esto para situar su poesía. Su sensibilidad va del infrarrojo al ultravioleta emocional. En sus hai-kais, ligeramente descuidados a veces, no hay síntesis, puesto que la síntesis implica la reducción de un motivo a su expresión mínima, y en ellos la expresión está a la medida del motivo; esto da idea de lo etéreo del contenido poético de ese vaso. He aquí tres hai-kais de Rafael Lozano:
 

En mi embeleso
tengo el alma florida

como un cerezo.

Me dejas
dulces de miel los labios

como panal de abejas.

Silente
me contemplas extática

como en el templo Budha.
   

José Rubén Romero, con su libro Tacámbaro y su profesión de fe “tabladista”, dio en 1922 la primera prueba verdaderamente significativa de la aportación hecha por Tablada a las letras. En el Preliminar de su libro declara que en algunos de sus poemas conserva la manera de Tablada, y en otros solamente una reminiscencia. no obstante, él da el “la natural” a los futuros hai-jines mexicanos: nuestra sensibilidad es más cruda que la de los orientales y, además, estamos impregnados de la fuerte luz de México que limita los contornos con dureza y crea sombras netamente marcadas, colores rudos y vivos el hai-kai mexicano debe ser hijo de esa luz. El Jaripeo de Romero señala sus tonos: oro quemante, en polvo; rojizo pelo de los novillos; ocre del cuero en el traje charro, y esmalte azul en el cielo:

Día de oro
La reata cierra su interrogación

en los cuernos del toro.

Romero ve el pueblo -Tacámbaro, o cualquier otro de los burgos rurales de México- al través de una lente cóncava, y fija la imagen con el hiposulfito de tres, de cuatro renglones; la disminuye, pero no la deforma: los cedros enanos japoneses son cosa distinta del baobad de Tartarín. Sus hai-kais tienen la honrada entereza y la verdad expresiva de los grabados en boj. He aquí varios:
 
 

 El granero

Buscando huevos de gallina
por los rincones del granero

hallé los sesos de mi prima.

 La plazuela

Sesión permanente,
Los viejos del pueblo discuten

la honra de toda la gente.

 La lluvia

Mientras al rosario trota la beata,
Tláloc alisa sus barbas de plata

sobre las torres de la Colegiata.

 El Presidente Municipal

Perfil de milano,
la leontina de plata bordando el chaleco

y el grueso bastón de cerezo en la mano.

 El médico

Barba canosa, lustrosa levita
Narrando sus viejas memorias

olvida cobrar la visita.

 El rebaño

Pasan las ovejas cubiertas de lana.
El pastor las sigue, desgarrado y mudo.

A ellas Dios las viste.

Al pastor el amo lo deja desnudo.

 La carreta

Lecho nupcial
del caporal.

troje que guarda el nuevo cereal

y, en día de fiesta, carro triunfal

Francisco Monterde García-Izcabalceta fecha su libro Itinerario contemplativo en abril de 1923. La evolución de este escritor denota una rara agilidad mental: fácilmente ha pasado de sus finas acuarelas virreinales a esta nueva forma de expresión, y ha logrado bellos aciertos.

Durante cincuenta años, el paisaje entre México y Veracruz -cruzado por una de las líneas férreas más atrevidas en el planeta- ha gestado en quince idiomas un número incalculable de adjetivos, cojeando sobre las muletas de las admiraciones. Monterde, observador minucioso, ha fijado ese asombro en su libro y ha dado voz al sentimiento de todos, poder exclusivo del artista, con sobriedad y concisión perceptibles bajo la sencilla apariencia. He aquí algunas estampas de sus altos durante el contemplativo itinerario:
 
 

 El Hotel

Corredor con macetas;
cuartos que huelen a humedad

y lechos como cortesanas viejas.

 El jardín del pueblo

Jardín municipal:
bancas de hierro con ociosos

que miran el kiosco central.

 Reloj Público

De la torre mojada
el vetusto reloj

deja caer las horas como lágrimas

 Fuente

Nada, queriendo en su fuga
salirse de la concha, una tortuga.

 
 

 Reciprocidad

Para el águila -punto en lo azul-
el tren es un gusano de luz.

 Sol de tarde

El oro en la espadaña
y llamarada viva

en la pelambre roja de las vacas.

 Luna de Veracruz

De las aguas
la luna saca a flote

la plata que se hundió con los piratas.

A más de esos cuatro hai-jines -del quinto de los enumerados por tablada se me permitirá no hablar, por razones obvias-, José D. Frías, como prueba del nomadismo de su talento, publicó incidentalmente en Revista de Revistas del 17 de septiembre de 1922, once poemitas sobre su Querétaro natal, fechados en junio del mismo año, intitulándolos. Hai-Kais Aunque estimables, como de tan sutil poeta, ninguno de ellos fue un verdadero hai-kai. No hace mucho, en París, ha escrito otros ajustados a la ingrata métrica japonesa, en los cuales vibra una nota muy personal. he aquí varios:
 
 

 Haikis de Lupe

En tus cabellos
se apaga una luciérnaga:

mi pensamiento.

¿De qué laguna
surgió el tallo ondeante

de tu cintura?

 Haikis de Marzo

El sol labriego
transfigura las cosas,

y yo estoy ciego...

En cada día
hunda la angustia nueva

una semilla.

Un brote nuevo:
¿quién va a buscar torturas

en un recuerdo?...

No contento con someterse a esa disciplina, Frías ha realizado algo más difícil, con coquetería de quien se goza en el obstáculo porque así demuestra su habilidad técnica: agravar las diez y siete sílabas del hai-kai con la “palabra pivote” caracteríztica de la poesía japonesa.

Basil Hall Chamberlain, y después de él  todos los japonistas  han definido así la "palabra pivote":  un vocablo con dos significaciones que sirve  como una especie de gozne sobre el cuál dos puertas giran,  de manera que la primera parte de la frase poética carece de fin lógico y la segunda parte de comienzo lógico;  encajan la una en la otra y la frase no tiene construcción posible. La impresión es,  sin embargo, de vaguedad muy graciosa y sugestiva.

Cabe asegurar que José D. Frías ha sido hasta ahora el único entre los hai-jines mexicanos,  y talvez en todo el mundo occidental en emplear la "palabra pivote"-que los japoneses prodigan más especialmente en poesías mayores, la tankay, la nagauta, y en los noo dramas líricos-. he aquí algunos de esos sutiles juegos de ingenio:
 
 

 Hai-kais nocturnos

Si mi esperanza
fuese una luz sincera:

¡Colmena mala!...

Fue de tus labios
aquel coral: recuerdo

que yo he escuchado.

Y nauta ebrio
solté velas y rizos,

¡los tuyos luego!

Maldito y único
tu amor me salva,

truenos de triunfo.

Antes de la divulgación de los hai-kais, algunos poetas se aproximaron a la insospechada veta con pequeñas obras de líneas simples; así Luis Rosado vega en algunas de sus campesinas, principalmente en esta:

¡Malhaya el invierno!
¡Malhaya por malo y artero!

ya no hay ni una flor en el jazminero.

Eduardo Villaseñor se acerca también a hai-kai con algunos de sus poemas que recuerdan la sencillez de los argentinos de Fernández Moreno. Por ejemplo:

El cielo está azul,
la tierra, mojada;

la lluvia fue de ayer

o de esta mañana.

Finalmente, algunas adivinanzas populares muestran una curiosa semejanza con el hai-kai, tal por ejemplo aquella que define el puente como un:

Caballito de banda a banda,
que ni come, ni bebe, ni anda.

Permite esto fiar grandes esperanzas en la nueva forma poética, si es posible hacerla llegar hasta el alma popular. Los aciertos de expresión sobria y sintética que logran los indios en sus artes decorativas dejan suponer que en el hai-kai realizarían -como los campesinos japoneses del siglo XVII- verdaderas obras maestras. Por lo demás, la semilla de la antigua civilización mexicana ¿no vino también como el hai-kai, de Oriente?...
 

(Publicado en francés en la Revue de L’Amérique Latine, París, 1924).

 
 

 Presagio

 Estoy seguro
de que un silencio irresistible

anunciará el fin del mundo.

 Palmera

Hoja de palma:
      trofeo

    de espadas.

 Dos paisajes

   Colinas:
valles y cimas

 ¡La vida!

 Ambición

    La gota de agua
cayendo, cayendo,

se sueña Niágara.

 Restaurante

 Las servilletas
-balandros, regatas-

en los platos navegan.

Ey Ly Lo A

       Bebé

 Agave

     En la alta meseta
evoca el mar, agave,

tu nombre de nereida.

 

 Nota

     En los alambres
golondrina posada:

la del paisaje.

 

 Nouvelle Riche

     Ya no se acuerda
de cuando fue cascada,

la luz eléctrica.

 
 

 Nouveaux Pauvres

     Plátanos:
visten de seda

pero en harapos.